Cuando nos reunimos por primera vez las chamacletas (para formar BiciEllas) por iniciativa de Mariana Sánchez, llegamos rápidamente a la conclusión de que a todas la ahí presentes, la bicicleta nos había dado muchas cosas buenas, a saber: autonomía, salud, medio de transporte, otra forma de ver la ciudad, y a nosotras mismas, etc. Y pensamos que valía la pena llevar a mas mujeres a conocer sus ventajas.
Es notorio que la mujer absorbida por múltiples actividades cuenta con poco tiempo y espacio para cuidar su salud, su esparcimiento o bien, carece de autonomía de movimiento por su limitada capacidad adquisitiva o la inseguridad que encuentra en la calle.
Además es frecuente que la mujer se acerque a los deportes “extremos” (entiéndase que para algunos la bicicleta urbana es considerada un deporte extremo) solo de la mano de su novio o esposo, si es que él tiene interés en ello. Si a esto le añadimos la frecuencia con la que los varones consideran las actividades deportivas como el coto donde demuestran sus habilidades de fuerza y destreza y donde se da primacía a la competencia, se convierte en un ámbito sumamente hostil para muchas mujeres.
¿Vale la pena el proyecto? Pensamos que sí.
Hay quien considera que nuestro grupo es excluyente, nosotras no lo pensamos así. Cuando un grupo de mujeres se reúne para tejer nadie lo considera excluyente aunque solo cuente con mujeres, cuando un grupo de hombres organiza un equipo de bicicleta de montaña, nadie lo considera excluyente, aunque solo lo conformen hombres. ¿Por qué entonces establecer, como cláusula “solo mujeres”? Porque la gran mayoría de los ciclistas de ruta, de montaña, urbanos y recreativos son…hombres. Porque somos mujeres y lo que tenemos para compartir enriquecería a otras mujeres. No es excluyente es solo cuestión de intereses afines.
Las mujeres que nos reunimos para pasear en bici buscamos un ambiente más relajado, menos competitivo y de cooperación.
Si bien los paseos no son la prioridad, es decir, no perseguimos únicamente hacer paseos, han sido y son, un medio excelente para conoceremos y darnos a conocer. Es como pasar una tarde entre amigas.
Es notorio que la mujer absorbida por múltiples actividades cuenta con poco tiempo y espacio para cuidar su salud, su esparcimiento o bien, carece de autonomía de movimiento por su limitada capacidad adquisitiva o la inseguridad que encuentra en la calle.
Además es frecuente que la mujer se acerque a los deportes “extremos” (entiéndase que para algunos la bicicleta urbana es considerada un deporte extremo) solo de la mano de su novio o esposo, si es que él tiene interés en ello. Si a esto le añadimos la frecuencia con la que los varones consideran las actividades deportivas como el coto donde demuestran sus habilidades de fuerza y destreza y donde se da primacía a la competencia, se convierte en un ámbito sumamente hostil para muchas mujeres.
¿Vale la pena el proyecto? Pensamos que sí.
Hay quien considera que nuestro grupo es excluyente, nosotras no lo pensamos así. Cuando un grupo de mujeres se reúne para tejer nadie lo considera excluyente aunque solo cuente con mujeres, cuando un grupo de hombres organiza un equipo de bicicleta de montaña, nadie lo considera excluyente, aunque solo lo conformen hombres. ¿Por qué entonces establecer, como cláusula “solo mujeres”? Porque la gran mayoría de los ciclistas de ruta, de montaña, urbanos y recreativos son…hombres. Porque somos mujeres y lo que tenemos para compartir enriquecería a otras mujeres. No es excluyente es solo cuestión de intereses afines.
Las mujeres que nos reunimos para pasear en bici buscamos un ambiente más relajado, menos competitivo y de cooperación.
Si bien los paseos no son la prioridad, es decir, no perseguimos únicamente hacer paseos, han sido y son, un medio excelente para conoceremos y darnos a conocer. Es como pasar una tarde entre amigas.