martes, 30 de diciembre de 2008

Andar en bicicleta en la Ciudad de México es una aventura

MEXICO (AP) - Llega el ocaso del día en la Ciudad de México y un policía saca el bolígrafo y la libreta de multas, a punto de desafiar a un tropel de unos cincuenta bicicletistas que se dirigen hacia él.


¿Qué infracción cometieron? Andar en bicicleta en grupo.

El policía interroga a los ciclistas insistentemente, pero después de unas cuantas preguntas los deja ir para que sigan su aparatoso paseo por una caótica ciudad que alberga a más de 6 millones de automóviles, taxis y autobuses.

Andar en bicicleta en la Ciudad de México puede ser una aventura riesgosa. Aunque el gobierno ha ampliado los canales de tránsito para las bicicletas y anima a la población a usarlos, los ciclistas deben negociar calles laberínticas, automóviles erráticos y policías hostiles.

Los que pedalean tratan de ir más seguros yendo juntos, atravesando calles y avenidas a gran velocidad, ya sea de día para ir a sus lugares de trabajo, o después del atardecer para paseos nocturnos.

El grupo más conocido es Bicitekas, y se les puede ver cada miércoles en la tarde, en la hora de máximo tránsito, galopando en torno al monumento del Angel de la Independencia.

El grupo está levemente asociado con el "Critical Mass" ("Masa crítica") que nació en San Francisco en la década de 1990, cuyos miembros serpentean por el denso tránsito urbano a la hora cúspide, a veces profiriendo insultos.

Pero en la Ciudad de México, el énfasis no es en la viabilidad sino en la armonía entre conductores de aparatos de cuatro ruedas y los de dos.

"Estamos cambiando la cultura poco a poco", dijo Guillermo "Memo" Espinoza, de 43 años y líder del grupo. "Los que manejan aquí son sumamente egoístas y malvados".

En la Ciudad de México, las bicicletas abarcan apenas 2% del tránsito rodado en la zona metropolitana. Entre el restante 98% están los conductores agresivos, que se burlan de semáforos y señales.

El gobierno municipal ha sido elogiado por sus recientes gestiones para estimular el transporte en bicicleta. Hay planes de pavimentar 300 kilómetros (186 millas) de canales para bicicletas e instalar postes para encadenar las bicicletas en estaciones del tren subterráneo. Los domingos, la principal arteria vial de la ciudad, la Avenida Reforma, se cierra para permitir el paso de peatones y bicicletistas.

Los miembros de Bicitekas, sin embargo, salen durante el día en medio de luces, bocinas y humo de gasolina. Algunos visten spandex y guantes, a bordo de sus bicicletas modernas de frenos hidráulicos y volantes reforzados. Otros visten camisas informales y ostentan vehículos más rústicos y dilapidados.

Pasan por toda la ciudad. Por las zonas más bellas y más feas, desde espléndidas catedrales en avenidas con árboles, hasta prostitutas taciturnas en lúgubres callejones.

En un paseo reciente, un ciclista casi choca con un automóvil, y ambos conductores se bajaron de sus vehículos para enfrascarse en una fusilada de reclamos e insultos. Minutos después, el grupo se vuelve a detener cuando una de las chicas se cae, hasta que ella se pone de pie nuevamente, ilesa.

A las 10 de la noche, Espinoza guía al grupo a través de concurridas intersecciones, gritando órdenes a la retaguardia. Otro miembro vigila el flanco y detiene a los vehículos automotores.

El gobierno no mantiene estadísticas de accidentes con bicicleta ni muertes por esa causa, pero calcula que 9,5 de cada 100.000 peatones mueren en accidentes viales. En Nueva York, la tasa de muertes de transeúntes es de 2,2.

Los miembros de Bicitekas casi nunca sufren accidentes porque se protegen y cuidan mutuamente, explica Espinoza. Pero los que van en bicicleta solos son más vulnerables y están a merced de la ciudad y sus vaivenes. Incluso zonas reservadas para tránsito en bicicleta están repletas de basura, huecos, rampas y montículos viales.

Guillermo Ramón, de 22 años, se hirió gravemente hace dos años cuando iba en bicicleta a la escuela al pasar por encima de un charco que ocultaba un desagüe abierto. El golpe le hizo volar por los aires y se fracturó el brazo derecho y un tobillo.

Mariana Sánchez, de 23 años, también chocó con un alcantarillado el año pasado y cayó duramente al suelo.

"Eso es lo que esta ciudad ofrece", dice Sánchez con incredulidad. "Los canales para bicicletas son las partes más feas"

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